En el ritmo acelerado del día a día, rara vez nos detenemos a notar lo que queda cuando nos vamos. Entre la prisa y el ruido, hay un lenguaje silencioso que pocos perciben: el de los objetos, los rincones olvidados y los paisajes que nos rodean. Son testigos de nuestra existencia, señales de lo que fuimos y dejamos atrás.

















































